3 de noviembre de 2012

La oscura pasión de la noche de Samaín (I)

La espesa bruma nocturna no deja ver la calle desde la ventana. Es el decorado perfecto para estos días que son el negativo de la fiesta de San Juan, pues en ellos lo que se celebra no es la luz sino las tinieblas y se recuerda a los muertos. Es la festividad celta de Samaín que llena de calaveras y tenues luces nocturnas la noche de los difuntos.

"Vaya, otra vez están apagadas las farolas... Mañana habrá que avisar al ayuntamiento." Cada vez que cambian al horario de verano o de invierno nos pasamos varias noches sin alumbrado público. En estas callejuelas sinuosas y oscuras, habitualmente jalonadas de ladridos que se asoman desde las cancelas de las casas y felinos maullidos que se ocultan sigilosos bajo los coches, cualquier sombra, movimiento o ruido supone un sobresalto. Me siento especialmente somnolienta hoy, y me desconcierta la sensación de que la noche anterior parece haberse fusionado con la de hoy sin dejar paso a la luz diurna. Suspiro y miro el reloj de pared.


Me desenredo el cabello aún ligeramente húmedo y extiendo espuma por él para que se me termine de secar al aire y no despertar a los niños y a su abuela con el secador. Termino de subirme las medias de rejilla y me doy prisa por ponerme el liguero. Tacones de charol, un sencillo vestido negro sin mangas ni escote.... Vaya, con las prisas se me ha corrido un poco el rimmel, pero no me da tiempo a pintarme los ojos de nuevo así que lo quito como puedo con el dedo... Así la sombra parece más oscura, a juego con mis ojeras de insomne. El espejo me devuelve una mirada agotada, seria, sombría y me obligo a sonreírme y buscar como siempre el lado positivo: "Mejor, tengo la cara perfecta para estas noches de tinieblas y difuntos... No hay mal que por bien no venga."

Es una noche extraña. Las oscuras calles estaban vacías y la húmeda neblina, espesa como el puré de guisantes londinense, no animaba a recorrerlas en absoluto, cuando pocas horas antes habían sido tomadas por un ejército desordenado y bullicioso de pequeños zombies, fantasmas y vampiros ofreciendo susto o trato.

"Ya estoy aquí, he encontrado sitio a la primera, en la puerta. Te espero aquí... "
 "Esto parece una ciudad fantasma, ¿dónde se ha metido todo el mundo?"
 "La fiesta fue ayer, hoy toca descansar."
 "Mejor, habrá poca gente."

En la puerta del local saludamos al aparcacoches, pero curiosamente no nos devolvió el saludo. Inmóvil, se limitó a girar la cabeza y seguirnos con una mirada impenetrable mientras entrábamos.
Al traspasar la puerta admiramos la exquisita decoración que aún conservaban de la fiesta de la noche anterior, y las calaveras, velas, monstruosas máscaras, telas de araña y jirones de fantasmagóricos espectros cubrían las paredes y ocultaban las máscaras venecianas.
"Qué raro, no hay nadie en la entrada, ni siquiera se oye música."
"Es pronto aún..."
"No tanto, ¿y si vamos a la barra? Será que hay solo una persona para todo."
La súbita irrupción de la música en medio del silencio nos hizo dar un respingo.
"¿Ves? Están poniendo música..."
Nos acercamos a la barra vacía; no parecía haber nadie más que nosotros y el camarero, que estaba absorto con el aparato de música.
"Perdona, no había nadie en la puerta..."
El camarero giró la cabeza, hizo un gesto de asentimiento y siguió con lo que estaba haciendo.

Nos quitamos las chaquetas y nos sentamos en los taburetes altos.
"Estamos solos, parece, tomémosnoslo con calma...", le comento en voz baja al oído.
"Qué ganas tenía de verte. Y de ti, tenía ganas de ti."
"Yo he recordado muchas veces aquella primera noche contigo aquí."
"Conociéndote serían sueños húmedos, jajajaja"
"No, la verdad es que fue increíble, pero en realidad recuerdo más tus gestos de cariño hacia mí, cómo me acariciabas la pierna y la rodilla descuidadamente mientras charlábamos de nuestras cosas, o me cogías de la mano para no perderme entre la gente...."
"Definitivamente mis sueños eran algo más animados que los tuyos..."

Lys continúa el relato según lo oyó relatar a la propia Betty:

>> Acercaron sus labios y se besaron en el cuello y en los labios, con los ojos cerrados, con ardor in crescendo para resarcirse de tanto tiempo de mensajes enviados a cientos de kilómetros de distancia. Alargaron el contacto durante minutos eternos hasta que notaron que sus manos habían cobrado vida propia y se habían colado bajo la camisa de él o el vestido de ella, dejando al descubierto sus pieles templadas. Una ligera corriente de aire les provocó un escalofrío y les devolvió a la realidad. Se separaron con una sonrisa...
"Eh, con calma.. tenemos toda la noche..."
"Debe de haber entrado alguien, he notado el aire frío de la noche"
"¡Fíjate!" Betty señaló sorprendida los dos vasos anchos con hielo y refresco de cola. El camarero había desaparecido.
"No habíamos pedido aún... ¿no? ¿O es que estoy tan cansada que no lo recuerdo?"
"Es ron con cola", comentó él tras dar un pequeño sorbo a una de las copas.
"Es lo que pedimos siempre..."
"Lo habrá recordado."
"Imposible... bueno, da igual, ¿nos sentamos dentro? Estaremos más cómodos."

>> Dejaron sus vasos en la mesita del rincón junto a la piscina.
"Me gusta tener todo esto para nosotros solos."
Betty se apoyó en la barandilla y le hizo un gesto para que se acercara. Él también se apoyó dejándola cautiva entre sus brazos y la piscina y la besó dulcemente, haciendo que ella se echara hacia atrás hasta que no pudo más; a ella le dio la risa y lo empujó suavemente.
"¿Es que quieres tirarme al agua?"
"Estás indefensa, eres mi prisionera y no hay nadie aquí para salvarte de mí..."
"Jajajajaja! Y yo  que vengo a estos sitios porque hay más gente y me parece más seguro para quedar con potenciales sátiros..."
"Pues ya ves, hoy no te libras..."


Ella le dio la espalda jugando a evitar sus besos, como intentando zafarse de sus brazos, pero al tenerla de espaldas, a él le dio un arrebato de excitación, le levantó ligeramente el vestido y acarició la piel de sus muslos bajo las tiras del liguero, esquivando las medias y el culotte.
"Me encanta cómo has venido vestida hoy... Dices que tienes las piernas cortas pero con los tacones y estas medias, me pones...."
"No sigas, ya sé cómo te pongo, de eso se trata, ja, ja, ja..."
Ella cerró los ojos mientras él le besaba el cuello, le bajaba la cremallera del vestido y se lo quitaba por la cabeza; ella quiso darse la vuelta para quitarle la camisa, pero él se lo impidió.
"No te gires, quédate así... Aprovechemos que no hay nadie aún para hacerlo aquí, de pie, junto a la piscina."
 "Mmmmmmm."




>> Una oscura pasión los llevó a descubrir lo excitante que podía llegar a ser una barandilla, con ella sentada sobre el frío metal y las piernas en torno a él.... Ni siquiera en el momento culmen de sus acrobacias atisbaron la posibilidad de que ella acabara en el agua en un arrebato descontrolado de pasión combinada con equilibrismo...

>> Sudorosos y con una expresión mucho más relajada que cuando entraron, extendieron la sábana desechable que encontraron junto al asiento y se sentaron a hidratarse y refrescarse, con las piernas de ella sobre el regazo de él, vestidas de rejilla e incansables caricias.
"Parece que los dos somos un poco fetichistas con esto de la ropa interior y los tacones, me has puesto a mil".
Y volvieron a entrelazar sus lenguas y humedecer sus labios como si no lo hubieran estado haciendo desde que llegaron, sumergiéndose en la contagiosa tranquilidad de unas mentes que, al contrario de lo habitual en este local, en esta ocasión no estaban sobresaturadas de estímulos externos, lo que les hizo bajar la guardia.... A pesar de que apenas se habían parado a descansar, sus cuerpos parecían ansiar enfrentarse en una nueva refriega de pasiones desbocadas, ignorando los dictados de su razón y saltádose las leyes de la naturaleza. Ella se sentó sobre él con las piernas abiertas y sus jadeos reverberaban en el desierto local, alimentando su deseo. Otro escalofrío erizó sus pieles y recorrió sus cuerpos.

"Perdonad, ¿queréis subir aquí con nosotros?"

Sobresaltados por la súbita interrupción a su pública intimidad, volvieron a la realidad y se detuvieron bruscamente, pudorosos y ruborizados, como si les hubieran pillado in fraganti haciendo una travesura adolescente. Tras los asientos, dos pares de ojos brillantes les miraban entre los cortinajes...

"Mmmmm, no.... Nos vamos a un reservado, si no os molesta... Preferimos estar solos", contestó él con repentina desazón y la certeza de que ese era también el pensamiento de ella. Mientras recogían precipitadamente sus ropas y sus copas ella le susurró:
"¿Te has fijado en sus ojos? Tenían una mirada extraña, no sé decir por qué, pero había algo inquietante en ellos... Me asustaban..."
"Sin embargo fueron de lo más correcto."
"Sí, lo sé, pero sus ojos..."
"No me fijé, pero al menos parece que ya va llegando gente... Qué pena, ya no podré hacerte aquí lo que pensaba hacerte..."
"¿Y qué pensabas hacerme?", preguntó ella juguetona y seductora.
"No preguntes, curiosona, tú déjate llevar...", contestó él con su juvenil mirada traviesa y una misteriosa sonrisa.

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