3 de noviembre de 2012

La oscura pasión de la noche de Samaín (II)

Son las horas de Samaín, las más peligrosas del año, esas horas en las que se abren las puertas del otro mundo y las ánimas visitan este mundo y a sus moradores para rendir cuentas pendientes o maldecirles... El amanecer las devuelve a su purgatorio... Pero algunas, confusas visitantes ocasionales del lugar en que el transcurrir en suspenso de las horas fusiona la tiniebla y la luz brumosa de los días otoñales, no encuentran su camino de retorno. Extasiadas y seducidas por ese oasis que permite la fusión de la vida pecadora y de penate, ni siquiera lo buscan...

"No se puede cerrar, no tiene pestillo..."
"Coloca la mesita contra la puerta, así no entrará nadie... Así. Y ahora...", le susurró al oído mientras le quitaba las copas de las manos y las dejaba sobre la mesita, "... dame los pañuelos que llevas en el bolso, siéntate en la cama y cierra los ojos."

Obediente, Betty le dio los dos pañuelos que tenía, se sentó en el borde de la cama y bajó los párpados, sintiendo que sus extenuados cuerpo y mente agradecían aquel agradablemente impuesto descanso. Esperó sin abrir los ojos, a pesar de que su intriga se trocaba en excitación al adivinar las intenciones de él. Al cabo de unos segundos, sintió el roce de unos labios sensuales y húmedos sobre los suyos, pero al entreabrir la boca para entregarse, aquellos ya se habían separado de ella. Notó cómo le vendaba con delicadeza los ojos. Sus sentidos se agudizaron intentando intuir cada movimiento de él. Sintió como su lengua recorría delicadamente su cuello hasta llegar al lóbulo de su oreja y el cálido aliento de él le hizo girar la cara instintivamente, buscando sus labios, pero apenas los rozaba, estos se alejaban provocadoramente, y con cada esquivo movimiento su deseo iba en aumento. Ansiosa en vez de relajada, buscaba el calor de su aliento sobre su cuerpo, pero al momento de encontrarlo, había desaparecido.

Se mantuvo inmóvil sintiendo aumentar su excitación por momentos, pero consciente de que si esa situación se prolongaba la excitación terminaría convirtiéndose en frustración o deseo insatisfecho... Sin embargo, enseguida sintió como las manos de él extendían sobre su pecho una sustancia untuosa con olor a plantas aromáticas, invitando a sus otros sentidos a participar de la experiencia. La empujó suavemente sobre la cama hasta que estuvo totalmente tumbada e indefensa, sus manos sujetas por las de él sobre su cabeza mientras la besaba en el cuello, subiendo por las mejillas hasta las sienes, y luego recorriendo su brazo hasta alcanzar las muñecas, sin que ella se hubiera percatado, de tantos frentes que tenía abiertos, de que ya estaba el pañuelo anudado sobre ellas. La mano que aprisionaba sus muñecas comenzó a deslizarse sin perder el contacto con ella por sus brazos de nuevo hasta su pecho. "No las bajes, no te muevas....". Y volvió a alejarse.
Por un momento sintió un nuevo escalofrío que le puso la piel de gallina y por un momento le pareció oír voces en el exterior del reservado, pues no estaba cerrado por lo alto. Supuso que igual que ellos oían lo que pasaba fuera, se oiría lo que pasara dentro... Sus pensamientos comenzaban ya a dispersarse cuando de repente sintió las manos cálidas de él untadas en aromático aceite de romero sobre los pechos de ella, y la imagen de su propia piel brillando bajo esa luz tenue siendo sus pechos masajeados por aquella manos acariciadoras pero firmes, hizo que se humedeciera de placer. "Me encanta cómo te empapas y lo receptiva que eres...", le susurra al oído mientras continúa extendiendo el aceite por el cuerpo de ella con su propio cuerpo. Sin poder contener el impulso de tocarle, intenta bajar las manos pero él se lo impide. "Sssssssh, quieta, no muevas las manos."

El tiempo en el reservado se perdió en la bruma, como lo habían hecho antes la noche y el día, pero sus jadeos, cada vez más intensos y apasionados, se mezclaron y se escaparon por lo alto invadiendo cada rincón del local.

"Uffff, qué pasada..."
"¿Te ha gustado?", sonrió él.
"¿Tú que crees?"
"¿Siempre respondes a todo con otra pregunta?"
"Ja, ja, ja, soy gallega, ¿recuerdas?"

Y se tumbaron juntos a descansar un rato sobre las toallas, fusionando piel y sudor, para que sus músculos y sus terminaciones nerviosas tuvieran tiempo de recuperarse y recargarse.

"Me he dado cuenta que las zonas comunes son muy morbosas, pero si de verdad quieres concentrar todos tus sentidos, al menos yo, necesito cierto aislamiento...  Y lo que definitivamente me excita y me permite sentirme más y más libre, es poder gritar y jadear a placer, sin temor a que te oigan los vecinos, sin tener que dedicar esfuerzos a contenerte, a estar alerta por si alguien te mira o no, y concentrar todos tus sentidos y tu mente al 100%... Qué sensación de libertad... ¡Soy demasiado escandalosa!"
"A mí me excita mucho oírte gemir así, ¡me encanta!... Verte, oírte y sentirte disfrutar al máximo, y notar tu humedad... ¡Ni siquiera he tenido que descansar entre una vez y otra, de tan excitado que estaba!"
"¡Ya me he dado cuenta, madre mía, eres una máquina! ¡Ja, ja, ja!"
"Es una combinación de todo, eres tú y es el sitio, digamos que el rendimiento se multiplica, ¡ja, ja, ja!"
"A mí me pasa lo mismo, no te creas... ¡Esto es estratosférico! Por cierto, ¿has oído que ya debe de haberse llenado el local? Se oían voces y murmullos, seguramente ya no estaremos tan solos."
"Sí, lo he oído... Pásame la toalla, voy a darme una ducha, ahora vengo, te cuento qué ambiente hay y te ayudo a recoger, ¿vale?", le propuso él mientras colocaba la mesita en su ubicación original para franquear la salida.



A Betty apenas le había dado tiempo a limpiarse con unas toallitas higiénicas que siempre llevaba encima, junto con los preservativos y el aceite, y empezar a recoger las prendas esparcidas por la estancia, cuando la puerta se abrió de nuevo, y al levantar la mirada, se asustó al ver aquel rostro lívido y los ojos abiertos como platos mientras se aseguraba de cerrar la puerta tras él.
"¿Qué te pasa? ¿Estás bien?"
"Betty... ", intentó articular él... "¡ahí fuera no hay nadie!"

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