30 de noviembre de 2012

Hilos de sange (una visión BDSM)



El húmedo calor de tu aliento
recorre las pardas lágrimas de carmín
que serpentean hasta mis pies sin vestir.

Hilos de sangre escapan de mí,
heridas las tersas aureolas de mi feminidad,
por ilusiones de plata que calan mi alma.

Siento apenas que punzan el motor de mi pasión
y que mis gemidos se ahogan
sin llegar a brotar de mis labios desérticos,
pues no permites que escape mi hálito de su prisión.



Sacia mi sed, amo, si te place,
pues desfallecen mis sentidos
y solo tus ataduras me sostienen.

Solo tú escuchas mis mudas súplicas,
pues me delata el trémulo movimiento de mi piel
bajo tus lacerantes caricias de cuero.

Tus hirientes y placenteros abrazos de soga
contienen mi débil carne, que es tuya.
Y para ti es, de alma despojado,
mi corazón aletargado.
Mi sangre es ahora tu alimento
y tu estremecimiento estalla en mi interior.

Siento mi exiguo palpitar entregado
a tus hirientes y dedicados cuidados,
paliado el dolor desgarrado por tan meloso tormento;
privada la vista de errantes distracciones;
inalcanzable el paladar por tu albedrío;
minado mi oído por tus punzantes susurros.

Intuyo serena tu presencia tras las  garras que me hieren,
aún no siendo tú en ellas,
y domas con ellas mi piel grana.
Cancerbero de mi humillación,
en tu cárcel soy esclava.



Amo, solo así mi espíritu escapa de su prisión banal y mortal.

Amo, solo así, servil, extenuada y doliente, soy feliz.








25 de noviembre de 2012

Ero[tea]ka 43. Microrrelato.

- ¿Me dejas conocerte?

- Te dejo que me hagas una pregunta.
Solo una.
Mi respuesta será la verdad y lo más completa posible.
Piénsala bien.

- La tengo.

- [...]

- ¿Té o café?



20 de noviembre de 2012

Noche de sirenas


     "Cariño, acaban de llamar tus padres para saber si vamos a verlos mañana. Ya les he dicho que este fin de semana es el que nos reservamos para nosotros y que no iremos, ¿vale?" – gritó Sara desde el vestidor.


-          "¡Gracias, cielo! ¡Eres un amor, ja, ja, ja, ja!"

      Mientras terminaba de depilarse en el baño, Siro sonrió para sí mismo. Menuda mujer tenía. Tenía las cosas muy claras. Se querían, y en ella encontraba todo lo que deseaba en una mujer: además de sus muchas virtudes, era buena compañera, amiga, amante, inteligente, sexy, divertida… y sobre todo, cómplice. ¿Qué más se podía pedir? Él también intentaba estar a la altura, se sentía afortunado a su lado y ni se imaginaba vivir sin ella.


7 de noviembre de 2012

La oscura pasión de la noche de Samaín (IV)


Reina el caos en la bruma. El amanecer está próximo y las almas errantes se sienten perecer entre los dos mundos. Ansiosas y desquiciadas, se dejan arrastrar por pasiones otrora humanas o se sumergen en la desesperación ante la inminencia de su ocaso. Sus cuerpos perecederos y volátiles se confunden con los de este mundo mundano y mortal, y de la confusión emanan desgarradores gritos, guturales gemidos y desesperados lamentos.

"¡Policía! ¡¡¡¡Policía!!!!"

5 de noviembre de 2012

La oscura pasión de la noche de Samaín (III)

Betty, heredera de la maldición de Lusignac, descendiente de las rusalkas lacustres, no es del todo sabedora de los peligros que para ella supondría el contacto con las ánimas errantes, pero en su subconsciente la prudencia la lleva a evitar de manera especial la luz diurna tras las noches húmedas y neblinosas que ocasionalmente siguen a la luna azul y a los solsticios, a Valpurgis y a Samaín. Debería temer la metamorfosis que supondría el abandono de la existencia humana para ella y la perdición para sus seres queridos. Ahora, solo su condición de infértil la diferencia de las hembras nacidas humanas y mortales, y el vínculo establecido con Lys la hace deudora de ella. Lo que más teme en esta humana existencia es convertirla en víctima de una ingrata traición. Por eso conjura la maldición de esos amaneceres habitando la oscuridad, y respira y precisa del éter nocturno para su particular quimiosíntesis vital.



3 de noviembre de 2012

La oscura pasión de la noche de Samaín (II)

Son las horas de Samaín, las más peligrosas del año, esas horas en las que se abren las puertas del otro mundo y las ánimas visitan este mundo y a sus moradores para rendir cuentas pendientes o maldecirles... El amanecer las devuelve a su purgatorio... Pero algunas, confusas visitantes ocasionales del lugar en que el transcurrir en suspenso de las horas fusiona la tiniebla y la luz brumosa de los días otoñales, no encuentran su camino de retorno. Extasiadas y seducidas por ese oasis que permite la fusión de la vida pecadora y de penate, ni siquiera lo buscan...

"No se puede cerrar, no tiene pestillo..."
"Coloca la mesita contra la puerta, así no entrará nadie... Así. Y ahora...", le susurró al oído mientras le quitaba las copas de las manos y las dejaba sobre la mesita, "... dame los pañuelos que llevas en el bolso, siéntate en la cama y cierra los ojos."

La oscura pasión de la noche de Samaín (I)

La espesa bruma nocturna no deja ver la calle desde la ventana. Es el decorado perfecto para estos días que son el negativo de la fiesta de San Juan, pues en ellos lo que se celebra no es la luz sino las tinieblas y se recuerda a los muertos. Es la festividad celta de Samaín que llena de calaveras y tenues luces nocturnas la noche de los difuntos.

"Vaya, otra vez están apagadas las farolas... Mañana habrá que avisar al ayuntamiento." Cada vez que cambian al horario de verano o de invierno nos pasamos varias noches sin alumbrado público. En estas callejuelas sinuosas y oscuras, habitualmente jalonadas de ladridos que se asoman desde las cancelas de las casas y felinos maullidos que se ocultan sigilosos bajo los coches, cualquier sombra, movimiento o ruido supone un sobresalto. Me siento especialmente somnolienta hoy, y me desconcierta la sensación de que la noche anterior parece haberse fusionado con la de hoy sin dejar paso a la luz diurna. Suspiro y miro el reloj de pared.

22 de octubre de 2012

Un encuentro inesperado

"¿Qué estoy haciendo aquí?"

Debían de ser ya las cuatro de la madrugada y me sentía vencida por el cansancio físico, pero también por la acumulación de sucesos vertiginosos acaecidos en las últimas semanas. ¿Pero qué había pasado esa noche? En mi ansia por aprovechar cada minuto de mi tiempo de ocio, cada posibilidad de disfrute como si no hubiera un mañana, cada oportunidad de evasión que me ofrecía el bálsamo reparador de "mis chicos", dulces, cariñosos y encantadores, no tenía intención de quedarme en casa a pesar del inesperado contratiempo sufrido por mi cita esa noche. Le guardaría su rincón en mi baúl de deseo y pasión para otra ocasión; siempre lo tendrá porque es una persona especial en muchos sentidos; pero en ese momento necesitaba encontrar una solución rápidamente. En realidad, solo estaba dispuesta a salir a tomar una copa y en el chat encontré a alguien que solo quería una acompañante para conocer un local que no es especialmente de mi agrado, pero que en esas circunstancias me solucionaría el problema. No tuve especial cuidado en seleccionarlo, en comprobar si por su personalidad o carácter o visión del mundo pseudoliberal en que me había infiltrado era o no afín a mí.

Abro los ojos.

2 de octubre de 2012

Imaginación desbocada

- ¡Hola, soy yo, D!
- Holaaaaaa.
- ¡A que no sabes lo que me ha pasado!
- No me digas más: te han dado plantón, ja, ja, ja...
- ¡Sí!

1 de octubre de 2012

Doble estimulación

Esa noche a Betty le costaba conciliar el sueño. Con una mano acarició uno de sus pechos suavemente hasta notar el pezón erecto bajo la seda antes de pasar al otro y automáticamente juntó las piernas en torno a su otra mano. No tardó mucho en colocarse boca abajo y buscar entre las imágenes que desbordaban su imaginación y localizar la que deseaba. Recurrió al habitual recurso de colocarse un cojín entre las piernas y comenzar a acunarse con una cadencia regular sobre él, deseando entrar en ese estado de semiexcitación en el que un dulce sopor invade su mente y arrastra su cuerpo en una especie de viaje astral y lo sitúa en ese momento vívido que impregnó sus sentidos horas antes. Vívido y en cierto modo vivido, porque no era fruto realmente de su imaginación. Una escena que la inquietó y la llegó a obsesionar...

27 de septiembre de 2012

Drogadicción y pasión

Vosotros sois mi droga. Generáis en mí esta enfermedad, esta dependencia de las sustancias que saturan mi corteza cerebral y que alteran mi comportamiento y mis emociones, nublan mi juicio y mi entendimiento, relativizan el dolor y la percepción. Os deseo porque en las dosis adecuadas podéis producir alucinaciones, intensificar los sentidos, provocar sensación de euforia... Os necesito porque vuestra ausencia puede ser desquiciante, puede enajenar mis sentidos, puede arrastrarme a la desesperación.

"Amor, entiéndelo, la falta de tu sangre en mis venas me hace bordear la locura y coquetear con la dama negra en mis ensoñaciones más extremas, y solo ellos me alejan del abismo. Desde que me faltas, siento que se me encogen el alma y los pulmones y que una mano atenaza mi garganta. Padezco el dolor desgarrador de mis músculos cuando se contraen por falta de alimento, el temblor descontrolado que me alerta imperiosamente de mi necesidad de ti, el desplome de mis emociones hasta las profundidades insondables."

Alta tensión: juego erótico

Lo realmente divertido del juego que inventamos para aliviar la tensión y romper el hielo antes de lanzarnos sin red a nuestro primer trío MHM no fue en absoluto jugar, sino el buen rato que pasamos mientras lo creábamos. El solo hecho de ponernos los tres a llenar las fichas con nuestras apetencias más secretas en un ambiente cada vez más distendido, con pruebas cargadas de erotismo y sexualidad o con nuestros deseos más ocultos, hasta entonces manzanas prohibidas, no solo nos sirvió para descargar los nervios, sino también para perder la vergüenza y hablar sin tapujos de lo que nos sugería la situación.

El reservado

Era medianoche cuando por fin encontramos un sitio para aparcar. Antes de bajar del coche, nos quedamos un rato sentados dentro, para darnos una última oportunidad de echarnos para atrás. Entre risitas nerviosas, una lata a medio beber de RedBull, un mechero que cayó bajo el coche del bolsillo de una cazadora, y un tacón que se enganchó con el cinturón de seguridad, conseguimos por fin salir del coche para dirigirnos al local.

La calle estaba prácticamente vacía, salvo por una pareja y el portero que fumaban en la calle, los cuales nos hicieron sospechar que probablemente esa entrada oscura, sin iluminación y sin cartel llamativo, fuera el sitio que buscábamos. P entró decidida y la seguimos dejando caer un tímido "Buenas noches" al portero, que nos devolvió el saludo y abrió la puerta para que pasáramos. Nos cruzamos con un hombre cano, pequeño y con una sonrisa de oreja a oreja que salía de la mano de una espectacular mulata de metro noventa vestida de llamativo añil. En una fracción de segundo advertimos que con toda probabilidad los siliconados atributos femeninos pugnaban con los masculinos por hacerse un hueco dentro del escaso vestido en el que iba embuchada. En fin, para gustos pintan colores. Pero dentro de nuestra limitada experiencia de la vida e influidos sin duda por nuestros prejuicios, el chico y yo nos miramos con la misma mirada significativa. Si eso era representativo del ambiente que nos íbamos a encontrar dentro, menudo plan. P ni se inmutó y se fue directa al guardarropa, donde se pagaba la entrada, mientras nosotros, como luego supimos, pensábamos para nuestros adentros "¿En qué antro nos estamos metiendo?" Por supuesto, no nos atrevimos ni a abrir la boca.

Contactus interruptus






<< A estas alturas de la vida, las cosas se suceden a una velocidad vertiginosa. Hace dos meses no tenía pareja, pero sí un amigo con derecho a roce, un amante ocasional de 28 años y un par de amigos virtuales, potenciales amantes si la vida nos hubiera colocado en los mismos planos espaciotemporales. Es más, apenas sabía lo que era el mundo swinger. En menos de dos meses, mi opinable y reciente promiscuidad ha pasado a la historia por innecesaria, mi ansiedad existencial de llenar un vacío afectivo y mi desbocada apetencia sexual se ha trocado en una dulce sensación de enamoramiento; tengo una pareja y, lo más curioso, nos hemos creado un perfil como pareja en un foro liberal. ¿Y ahora qué? >>

26 de septiembre de 2012

En el local liberal (III)

Con el corazón acelerado y mucho más despierta que cuando bajó, Lys se acerca a la pétrea figura del impávido mequetrefe. Porque eso es lo que ahora le parecía. Desde luego, coloso no era en ningún sentido. "¿Por qué has tardado tanto?" ¡Vaya, el monigote habla! "Había mucha gente esperando para entrar. ¿Por qué? ¿Ya te estabas preocupando?" "¿Yo? Para nada." Me lo imaginaba, tranquilo, era una pregunta retórica... Sonríe amargamente para sus adentros y, antes de sentarse, mientras se pregunta qué hacer ahora para matar el tiempo, agita su vaso de tubo vacío por si el hielo se hubiera derretido y la apura. Deja caer la rodaja de limón en la mano y se la come tal cual, con piel y todo. La acidez del limón combinada con el sabor amargo de la cáscara le da sensación de realidad. "Me da dentera, luego existo". Vuelve a dejar la copa en la mesa y al girarse para sentarse junto al hombre florero observa a la chica de enfrente, la misma que vio abajo, junto al baño, a la entrada del cuarto oscuro.

En el local liberal (II)

Betty observa como la chica se enerva al contacto de la mano sobre su espalda. La envidia. También ella quiere sentir esa excitación, esa electricidad que te recorre toda la espalda y te pone la piel de gallina. Es lo que a ella le gustaría sentir en ese momento. Cerrar los ojos y dejarse llevar. Empezar a sentir. La chica también cierra los ojos.

La mano cálida y acariciadora sigue recorriendo su espalda y al no encontrar resistencia, se va atreviendo cada vez más. Cautelosamente las caricias se acercan a zonas más delicadas, bajan por su cadera, por el muslo... Es su forma respetuosa de pedir permiso para más. Ninguna respuesta negativa. Las incursiones bajan ya del nacimiento de la espalda. Acaricia suavemente las nalgas con las dos manos, y sintiendo que tiene vía libre, el chico se pega a ella para que sienta su excitación. Ella sigue sin girarse pero se deja hacer. Podría estar llorando, quizás solo está disimulando, o quizás está dejándose llevar y expectante, invitándole. Él no puede saberlo porque no la ve, solo sabe que ella no lo rechaza. La coge con delicadeza por la cintura y la conduce al cuarto contiguo. Es un cuarto oscuro. Ella piensa que mejor así, no quiere verle la cara ni saber quién es, en ese momento solo son sensaciones sin rostro.

En el local liberal (I)

Betty entró en el local sin pensarlo dos veces, no se fuera a echar para atrás. Mejor no darle vueltas. Había elegido esa hora porque sabía que estaba aún vacío y podría deambular a sus anchas por él, curioseando cada estancia. Le agradó el olor a vainilla de las velas aromáticas; al menos no olía a desinfectante ni a humanidad. Unas piernas muy sexis parecían salir de la pared sobre un sofá de corte clásico; los colores negro, rojo y dorado de la decoración le parecían muy apropiados. El toque de originalidad, además de las “piernas”, lo daban los pseudo-grafitis de palabras en distintos idiomas y pintados en blanco en la pared oscura, sobre el sofá. Se tranquilizó al ver que no había nadie rondando y se acercó a la barra, donde dos camareros charlaban como si tal cosa y sin prestarle mayor atención.

Cosa de tres


Una vez alguien que no recuerdo me contó que "una amiga de una amiga" había hecho un trío.

A lo mejor no lo recuerdo porque no me lo contaron y ese alguien nunca existió, ni la amiga de la amiga. Quizás fuera solo un rumor, una leyenda urbana, o la prosaica realidad de un submundo que solo podía imaginar. Esa historia que me contaron o que me imaginé era como una película en la que la amiga de la amiga era participante y espectadora; solo sentía a través de la excitación y el sexo salvaje y grotesco, de lo desconocido y lo ansiado, de las manos y los cuerpos que sudan y se aprietan el uno contra el otro para provocarse y buscar sentir sin llegar más que a un orgasmo, un momento culminante y el jadeo extasiado de unos cuerpos que cuando se separan no tienen nada más que decirse.



El masaje Vichy (II)

La masajista se coloca fuera del alcance de mi vista, detrás de mí, y comienza a masajearme suavemente con las yemas de sus dedos el cuero cabelludo y se concentra en mis sienes. Mi boca se entreabre al rebajarse la tensión de los músculos de mi cara, pero enseguida la obligo a cerrarse cuando el agua inunda mis labios y se introduce subrepticiamente en ella. Ahora el masaje se concentra en mi cuello. Todos los músculos de mi cuerpo comienzan a distenderse y mi concentración se divide entre el deseo de relajarme y el de evitar el ahogamiento por el agua pulverizada. Después pasa a trabajar, siempre desde detrás, los músculos de los hombros. Qué serenidad, qué sensación de paz. Ya no siento vergüenza por mi desnudez. Además la luz es muy tenue y en cualquier caso el agua pulverizada difumina la escena y dificulta la visión.

El masaje Vichy (I)

          Bien entrada la madrugada, salimos de la autovía y cogimos la desviación hacia el río, donde se encontraba el balneario. Era noche cerrada y estaba lloviendo, como era habitual en Lugo, pero eso le daba un cierto aire mágico. De eso se trataba, de dejar atrás el asfalto, la contaminación y el bullicio de la gran ciudad para adentrarse en ese remanso de paz y peldaño a la naturaleza situado junto al Miño. No era mi ideal, yo que siempre había sido mochilera y dispuesta a hacer vivac en los sitios más inauditos, cementerios incluidos. Pero esto era lo más parecido a un término medio entre el camping y el hotel en el centro por el que hubiera optado él a priori. A un tiro de piedra de la zona de marcha en coche, pero suficientemente alejado del jaleo. Solo una luz mortecina iluminaba la entrada y ahí nos dirigimos, cargados con nuestras bolsas y cubriéndonos las cabezas con los impermeables.